La
convicción en el liderazgo es fundamental. Es la confianza de estar seguro de
que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun
cuando en el momento no se pueda ver. Es la seguridad que tiene una persona de
la verdad o certeza de lo que piensa o siente. Es algo más que convencimiento. Una persona
convicta sabe perfectamente lo que hace y por qué lo hace. Un líder que no
tiene convicciones firmes pone en juego su estabilidad de trabajar con
personas, e incluso, con el tiempo hasta podría fracasar en sus proyectos
personales. Pero eso se
va aprendiendo. Nadie nace con convicciones firmes. Un niño es voluble e
inconstante hasta la adolescencia. Luego, un joven lo es cuando no sabe manejar
sus emociones o ignora algunas herramientas de gestión. En la edad adulta, si
ello no se aprendió, aunque tenga varios títulos universitarios o hable 50
idiomas, no tendrá un carácter con dominio propio y se dejará convencer por
cualquier opinión.
En el
liderazgo, las convicciones se van formando y se perfeccionan en la edad adulta
con la ayuda, en este caso, del conocimiento académico, experiencia de la vida
y criterios de otras personas. Todo este cúmulo, el líder lo toma y saca
conclusiones personales. Las convicciones se van formando en la vida. De ahí
que la madurez se adquiere con el tiempo.
Por eso
decimos que una de las características del liderazgo son las firmes y reales
convicciones. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué es lo que motiva a un líder?
Cuando
hablamos de convicciones es referirnos a la integralidad de la persona. No
siempre a un líder lo motiva el querer hacer lo correcto. En estos tiempos
cambiantes, donde lo único absoluto es el cambio mismo, la relatividad juega un
rol muy importante en la sociedad.
Cuando la
integridad es la base del liderazgo, apreciaremos que la actitud del líder se
reflejará en su estilo de vida frente a los diversos hechos que se presentan.
La persona debe tener firmes convicciones para no dejarse llevar por
comentarios e influencias ajenas. Lo real es lo que existe y, por lo tanto, eso
se debe reflejar en la toma de decisiones y posturas que adopta el líder. Una
persona íntegra es candidata natural para convertirse en una persona con
convicciones firmes y por lo tanto en un líder.
Es notorio
cuando una persona que está en un puesto de autoridad se deja llevar por
cualquier sugerencia, comentario o consejo de los demás. Cualquier viento la
puede llevar hacia posiciones erróneas.
El tener
posiciones firmes la mantienen en los principios y valores que alimentaron sus
creencias y sus conocimientos. Una persona que desde niño le enseñaron a
respetar a los demás, lo hará también cuando llegue a ser mayor. El líder no
debe cambiar de opinión de acuerdo con las circunstancias. Por eso decimos que
el buen líder motiva con su ejemplo y servicio. En la actualidad hay muchos
modelos de liderazgo, pero aquel que deja huella, que transciende,
definitivamente es el liderazgo del servicio. El adagio popular dice: “El que
no vive para servir, no sirve para vivir”. Cuánta razón hay en el dicho
popular.
Suscribimos
que el liderazgo no es algo que se adquiere por naturaleza y viene con la
persona, es algo que se aprende en el camino. Una persona puede nacer con
ciertas habilidades que podrán hacer más fácil el aprendizaje, pero hay que
aprenderlo. Nadie nace honesto, generoso y servicial, esas virtudes se aprenden
y se forjan en el hogar.
Cuando un
“líder” se deja llevar por prejuicios o comentarios de terceros, no sólo daña
la vida de los otros, sino también su propia vida. En el liderazgo de firmes y
reales convicciones, la persona siempre tiene un proyecto en la mente, pero al
mismo tiempo, una visión de lo que quiere que sea el proyecto. También, si se
equivoca, sabe lo que tiene que hacer.
Un líder con
convicciones sabe qué hacer cuando se equivoca. No siempre una “disculpa” es
válida. Por encima de todo está el “perdón”. Perdonar implica olvidar. Algunas
veces he escuchado la frase: “Yo perdono, pero no olvido”. Eso en la vida
significa no haber perdonado. Precisamente, perdonar es olvidar. Si una persona
no está preparada para aceptar la realidad, aún está en el proceso de
aprendizaje.
Para el
líder con convicciones, su palabra vale. Ahora que se ha perdido tantos valores
y principios morales, surge la necesidad de encontrar hombres y mujeres con
fibras morales inamovibles. La palabra vale y se debe cumplir lo que se promete
y ser responsable con lo que se ha dicho.
El liderazgo en el presente siglo es un conjunto de virtudes y actitudes
que se aprenden para influenciar positivamente en las personas, superar
limitaciones y alcanzar retos en los tiempos señalados.
Desde esta perspectiva, el liderazgo es algo especial que influencia en
los demás. El liderazgo no
es un estilo foráneo que se adopta, ni frases que se aprenden. Está impregnado
en la persona misma y relacionada con su carácter y su estilo de vida. Es natural.
El liderazgo está basado en el ejemplo, por un lado, y en el servicio por el
otro.
Un verdadero
líder está al servicio de los demás. En realidad, es un servidor. Los buenos y
exitosos generales no son los que desarrollan una excelente estrategia de
guerra para la victoria en un gabinete o escritorio, sino aquellos que van al
frente de su tropa y el pelotón lo sigue, dándose en “alma, cuerpo y vida”,
porque su general y líder está adelante. Obviamente que hay diversas estrategias
y tácticas, pero el líder va adelante dando el ejemplo y está al servicio de
todos.
Insistimos
en algo. Al líder no lo hace el estatus social, jefatura, fama y menos el
dinero. El líder está al servicio de los demás y es el ejemplo para seguir. El
verdadero liderazgo implica el servicio hacia los demás. Es decir, sacrificio
para ser comprendido y entrega desinteresada, sin esperar nada a cambio.
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