En estos
tiempos de competitividad y globalización es notoria una tendencia que
presentar al líder como un “todista”. Es decir, como aquella persona que sabe
de todo y hace de todo, por lo que hace todo. Sin él las cosas no funcionan. Tiene que estar presente para dirigir a los subordinados, “ovejas” o
colaboradores. Nadie puede tomar mejor decisión que el “líder”. Es una especie
de “dios” especializado en gestionar, dirigir y administrar el trabajo de las
personas. Incluso
lo presentan como el “emprendedor” y “luchador” que con mucho esfuerzo logró
metas y alcanzó sus sueños, aún pagando un alto costo social, algunas veces
pasando por encima de otras personas. Ese tipo
de “liderazgo” es cualquier cosa, menos el liderazgo que transforma a la
persona. Le pueden llamar así, e incluso, hasta existen coaching que lo
pregonan, pero no es ni tiene la esencia del verdadero liderazgo.
El
verdadero líder trabaja en equipo. Tiene una visión y ésta la comparte, de ahí
la necesidad de una visión compartida. Además, esa visión, muchas veces es
perfeccionada y mejorada por los integrantes del equipo de gestión o administración.
El
trabajo en equipo es fundamental. Hemos visto, por ejemplo, en el Mundial de
Fútbol que hay equipos que tienen un líder y todo el equipo gira en torno a esa
persona. Si ella se enferma y no juega, el equipo no funciona porque no tiene
un norte qué seguir.
No es
bueno acostumbrarse al juego de una sola persona porque perjudica al equipo. De
la misma manera pasa en las organizaciones. Se supone que el éxito está basado
en el equipo. Urge el trabajo en equipo, donde cada uno aporte ideas, mejora
los procesos y ayuda al fortalecimiento y logro de los objetivos
institucionales.
Es verdad
que la visión llega primero a una persona y ésta la comparte, de tal manera que,
en el corto plazo, todos tienen la misma visión, aumentada y mejorada. El líder
que quiere hacer todo y que aún cree que sin él nada funciona es egoísta en sus
acciones. Esa persona cree que el mundo gira alrededor de ella y que todos
están pendientes de lo que haga.
El
trabajo en equipo ayuda mucho en las organizaciones. Darles oportunidades a las
personas supone un acto de ayuda personal. Hay colaboradores que nunca hicieron
algo porque no tuvieron las oportunidades, pero cuando las tienen empiezan a
proponer buenas y excelentes ideas.
Un buen
líder sabe capitalizar las buenas ideas de sus colaboradores. Países asiáticos
que por cultura trabajan en equipo están logrando metas como país, precisamente
por los aportes de los colaboradores.
Conocimos
hace algunos años a un abogado que es muy probable que sabía mucho de leyes. El
asunto que él era el jefe de Comunicaciones e Imagen Institucional. Es decir,
era el jefe de comunicadores sociales especialistas en comunicaciones e imagen
organizacional. Como el hombre no sabía dónde estaba parado, solía pedir que
sus subordinados hicieran el trabajo, luego borraba los nombres de quienes
habían realizado el trabajo o propuestas, colocaba su nombre y lo presentaba a
la gerencia general. No solamente sus actos no eran éticos, sino que no
reconocía el trabajo de los demás. Los méritos para ocupar ese cargo era que
formaba parte del partido político que estaba en el poder.
El
trabajo en equipo supone también reconocer el trabajo ajeno, así como las
propuestas e ideas. Cuando un jefe respeta el trabajo ajeno y reconoce la
autoría de los aportes de sus subordinados, definitivamente tendrá el respaldo
del equipo y, por lo tanto, tendrá también el aporte en ideas, sugerencias y
aportes ante los problemas que se presentan en toda organización.
Para
trabajar en equipo, primero el líder debe estar en condiciones de saber que
cada integrante de su equipo tiene mucho que aportar. Luego, reconocer el
trabajo ajeno ante sus superiores. También saber motivar a los colaboradores
para que sumen y no resten.
Es
importantísimo que el líder tenga la iniciativa y proponga los retos y
desafíos. También los objetivos que se pueden mejorar con el aporte del equipo
o simplemente elaborarlos con la ayuda de todos los colaboradores. Recuerden
que todo es perfectible y nada es absoluto. Se debe ser tolerando y aún aceptar
las ideas más “descabelladas”, porque muchas veces se saca algo bueno o nos da
pie para otras iniciativas.
Muchas
veces tenemos entre los colaboradores a gente con mucha capacidad y
entendimiento que sólo están esperando la oportunidad de ponerlas en práctica.
El líder debe darles esa oportunidad.
No se
debe temer a personas que tengan mayor experiencia o conocimiento. Algunos
jefes cuando descubren que algún subordinado sabe mucho o conoce mejor el tema,
simplemente lo limitan y lo mantienen en puestos de menor responsabilidad. El
egoísmo o envidia, llamado por algunos “celo profesional”, muchas veces, juega
un partido aparte e influencia entre los líderes jóvenes. Debería ser todo lo
contrario, cuando más sabe una persona, estará en mejor posición de ayudar
mejor.
El
trabajo en equipo también supone gratitud. Es decir, cuando se alcancen los
logros, el éxito no es de una persona, sino del equipo. El líder debe
comprender que los objetivos logrados forman parte del trabajo de todos o del
grupo.
Nunca
debemos minimizar el aporte de las personas experimentadas o con mayor
conocimiento. Obviamente que también en la vida hay de todo. Tampoco debe
sorprendernos que alguien busque vuestro puesto y practique el chantaje. Cuando
ello ocurra, el líder debe saber detectarlo a tiempo y solucionar el problema a
tiempo.
Recuerde,
el líder siempre da la oportunidad al equipo o subordinados de servir mejor a
la organización.
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