Se
acerca lentamente al agua y empieza a sumergirse, poco a poco. Las pulgas,
incómodas, comienzan a subir cada vez más alto, hasta reunirse todas en su
hocico.
Entonces, el zorro se zambulle por completo. Y listo. Las pulgas desaparecen.
Poco
a poco la abandonan los amigos. Los conocidos se esfuman.
Desaparecen
aquellos a quienes ayudaba, a quienes alimentaba con energía, tiempo,
generosidad. Se van incluso los familiares.
Socios,
colegas, compañeros de años de trabajo — todos se alejan – y la persona fuerte
se queda sola en las frías aguas de la adversidad. Triste. Vacía. Confundida.
Hasta
el filósofo Aristóteles sintió esa soledad. En su momento más duro — no le quedó ni un
solo amigo. ¿Pero sabes qué? Eran pulgas. Parásitos disfrazados de amistad.
Se
alimentaban de ti, encontraban refugio bajo tu piel — con respeto lo digo – y mientras
más largo sea el invierno de tu vida, más parásitos se irán flotando por la
corriente.
Ese
es el regalo oculto del mal momento. Un “menos” que en realidad es un “más”:
Te
estás limpiando.
Te
estás sanando.
Estás
recuperando energía.
No
lamentes a quienes se van cuando tú caes. Agradece que por fin ves quién es
quién.
Y
como el zorro sal del agua más fuerte, más limpio, más tú. (Tomado de la Red Facebook)
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