El liderazgo integral es un aprendizaje contínuo. Constantemente
se aprenden nuevos conocimientos y se exploran también nuevas latitudes. Un
líder debe tener siempre la mente abierta, dispuesta a recibir nuevos conocimientos,
así como respetar el pensamiento de los otros. Nada se logra por imposición,
sino que todo se acepta en libertad. La tolerancia es fundamental en el
liderazgo. En el liderazgo se debe apuntar siempre en el cómo
impactar o influir en el resto. Para ello se requiere de sabiduría. No se trata
de impactar por impactar, ni tampoco de influenciar a la ligera. Hay
influencias negativas y como siempre hemos dicho, el liderazgo es positivo, es
proactivo, nunca proclive hacia algo negativo. Al aprender nuevos conocimientos es necesario pensar
en el costo-beneficio. Un líder se puede “sacrificar”, e incluso dar su vida
por los demás y de nada sirvió.
Si pensamos detenidamente en el costo-beneficio
notaremos que vale la pena invertir sólo el tiempo necesario para lograr metas.
En este concepto hay muchas cosas en juego.
En primer lugar, debemos influenciar para ayudar a
transformar vidas. Si se busca sólo satisfacer el ego y que todos “vean” nuestro
trabajo estamos en el camino equivocado.
En estos tiempos modernos donde la transformación
organizacional y digital avanza a pasos agigantados, urge también cambios
radicales, aún en nuestra manera de pensar. Se debe influenciar para ayudar a
transformar, primero a las personas, porque ellas serán las que cambien a las
instituciones. La transformación es trascendental.
Algunos hasta hablan de una nueva ética. La ética es
una sola y está basado en los buenos principios que desde los tiempos antiguos
han gobernado a las personas. Si eso se hubiera mantenido, no hablaríamos de
nueva moralidad o gobierno corporativo, porque todos respetarían y tolerarían a
todos.
Todos tenemos, en parte las herramientas para ser buenos
líderes. El 90% del liderazgo no se aprende en los centros académicos o están
en los mal llamados libros sobre “Liderazgo”. Un 10% se puede hallar en los textos
y universidades. El resto está en las personas. Todos tienen cualidades,
habilidades y actitudes, sólo es cuestión de ponerlas en práctica.
¿Porqué algunos buenos deportistas alcanzan un
excelente nivel de juego? ¿Acaso son “dioses” o extraterrestres? Si analizamos
sus vidas notaremos que ellos tienen disciplina, interés e iniciativa para
aprender. Contantemente están practicando. Casi todos los escritores son buenos
lectores. Una persona asidua a la lectura tiene las herramientas para escribir.
Empezará con relatos cortos y terminará en las novelas.
No se nace estrella, se aprende en el camino.
Ejemplo de esas personas perseverante son los deportistas, cantantes, artistas,
escritores, periodistas, docentes, empresarios emprendedores, etc. Todos son
personas de éxitos.
También todos han aplicado a sus vidas el costo-beneficio.
Este análisis que no es exclusivo de las ciencias contable, económicas o administrativas
nos puede ayudar a evaluar las diversas situaciones en las que trabajamos y nos
puede ahorrar tiempo y dinero.
El costo-beneficio es una disciplina formal que definitivamente
nos ayudará a realizar mejor nuestro trabajo y no perder tiempo en asuntos que
no ayudan.
Hay líderes que dedican mucho tiempo en determinadas
cosas y personas, especialmente en recursos humanos, pero no obtienen los
resultados que esperan. Muchas veces se pierde tiempo y recursos en asuntos que
no valen la pena. Por eso decimos que el liderazgo es aprendizaje continuo.
Debemos buscar el nivel del beneficio. Parece una
frase muy fría, pero es una verdad importante. Aún entre las amistades. Hay
relaciones y amistades nocivas, aquellas que ahora la llaman “tóxicas”. Simplemente
son nocivas, no edifican y, por el contrario, nos hacen retroceder o estancarnos.
Si aplicamos el análisis del costo-beneficio nos daremos cuenta de que estamos
perdiendo el tiempo. Una relación tóxica es muy peligrosa porque terminará en
enfermedad, atraso, abandono o muerte.
La búsqueda
de la “excelencia”
La
excelencia siempre debe ser la meta del líder, pero de la excelencia que
incluya y que tenga como resultado el beneficio para todos. En estos tiempos de
competitividad y cambios bruscos, hay una llamada “excelencia” absurda, que excluye,
margina, viola derechos y no tiene tolerancia, ni paciencia.
Hay
jefes que a cómo de lugar quieren cumplir metas que no se ajustan a la
realidad. Personas que creen que, porque están en un puesto de gerencia o
jefatura, se creen “dioses”. Nunca confundamos liderazgo con autoridad de
puesto alguno.
En
el trabajo de periodista tuve un jefe que ejercía la gerencia de Comunicación Social
por razones políticas y era abogado, quizá un buen abogado, pero un mal
comunicador social. Exigía al Departamento de Prensa que difundiéramos todo lo que
hacía la gerencia general, sin darse cuenta de que muchas de las actividades no
interesaban a la opinión pública. Exigía que se promocionen algunas actividades
que desde el punto de vista de un editor periodístico no eran noticias. Le
explicamos el asunto, pero no entendía. No tenía por qué comprender nada porque
estaba en una posición equivocada. Hubiera sido más eficiente en una área legal.
Muchas
veces hay una falsa “excelencia”. Se exige o se busca algo donde no se tiene el
control o puede generar problemas más adelante.
No siempre lo mejor cuesta más. También se cree
que para producir más hay que invertir más. No siempre es así. Con el análisis
costo-beneficio un mejor beneficio se logra con menor inversión de recursos,
tiempo y personas. La búsqueda es la excelencia es buena si tiene motivaciones correctas,
pero la “perfección” es dañina. Trabaje con lo que tenga, potencia y fortalezca
la parte operativa, no pierda tiempo en cuestiones minúsculas; deshágase de
personas tóxicas; y siga adelante con tesón, esfuerzo y constancia. Nunca olvide
que la influencia es la parte más importante del liderazgo.
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