Se construye
algo que al principio no existe. Es decir, mediante un proceso inductivo se va
aprendiendo en el camino. Como todo proceso demanda tiempo. Todas las personas
pueden ser líderes si se lo proponen, al margen de los caracteres o habilidades
que se tenga.
Para algunos
el aprendizaje será más fácil porque posee algunas cualidades que desde niño lo
aprendió en el hogar. Otros no y, por lo tanto, demorarán.
También
dependerá de la formación educativa y no académica. La educación real se recibe
en el hogar. La institución llamada “escuela” y que patrocina la “educación”
sólo nos instruye y nos enseña materias, especialidades o habilidades. Por
ejemplo. La escuela enseña cursos de matemáticas, comunicación, lenguaje o
idiomas. También puede enseñar habilidades de cómo practicar mejor el fútbol o
natación. Lo mismo ocurre con la música o el aprendizaje para tocar un
instrumento musical, practicar teatro, aprender danzas folclóricas, cuidar
mascotas, sembrar un árbol, saber un segundo idioma o valorar mejor los deberes
cívicos o ciudadanos como el derecho, civismo, ciudadanía, etc.
La escuela
no enseña a los niños a no mentir o a no ser corrupto, porque muchos de sus
maestros practican esas cosas. Tampoco enseña a practicar una buena ética,
respetar al prójimo, amar a los padres, decir siempre la verdad, hablar con
honestidad, ser honrado, tener control personal, ser solidario, practicar el
trabajo en equipo, tener visión de futuro, etc. Esto no es religión, sino buenas prácticas y
costumbres.
Entonces,
quienes están mejor equipados para asumir un liderazgo lo aprenderán más
rápido. Los otros demorarán en sus procesos porque tienen que “desaprender”
todo lo aprendido en la vida. Por eso podemos notar a “líderes” que son
soberbios, egoístas, malintencionados, borrachos, ladrones, deshonestos, etc.
Se necesita volver a aprender, mejor escrito, a reaprender.
La historia
política del mundo, especialmente de América Latina está llena de, dizque,
“líderes” que lo único que han hecho y seguirán haciendo es beneficiarse ellos
mismos. Recuerden, el líder construye.
Si una
persona desea el liderazgo, entonces buena cosa desea, pero debe hacerlo desde
la perspectiva de lo correcto. Obviamente, los correcto siempre será lo bueno.
Quien construye avanza, crece y se desarrolla.
Todo en la
vida se puede aprender, pero si a ese aprendizaje, le sumamos algunos
conocimientos y lo combinamos con una poco de experiencia, la fusión será algo
muy bueno.
Cuando
hablamos de liderazgo, debemos reflexionar en términos sociológicos, antropológicos,
psicológicos y filosóficos. ¿Por qué elijo estas disciplinas? Porque están
vinculados con el desarrollo de las personas en particular y la sociedad en
general. Por supuesto que las personas no piensan en estas disciplinas, pero en
la práctica sí lo hacen, aunque no sepan ni se den cuenta que lo realizan.
Generalmente
las personas eligen entre lo bueno y lo malo. Creo firmemente que todos, sin
excepción, hemos llegado a este nivel: Elegir entre lo bueno y lo malo, y casi
el 100% elige lo bueno. Eso se da por descontado, aunque en la práctica hagamos
todo lo contrario, pero de labios decimos que hemos elegido lo bueno.
Pues bien,
ahí estamos todos. Con el transcurrir del tiempo, ya estamos en el terreno de
lo bueno y se nos presenta una disyuntiva: Elegir entre lo bueno y lo mejor.
Dependiendo de varios factores elegiremos el camino a seguir. Se supone que lo
mejor, es y será algo superior a lo bueno. Quienes eligen lo mejor tiene la
decisión de ser mejores en los diversos ámbitos de la vida. Precisamente porque
están en ese nivel es que se deben diferenciar del resto. Algunos ya se van
diferenciándose de otros y eso nada tiene que ver con la posición, dinero o
estatus social.
Con el
tiempo, lo mejor va encaminando a las personas hasta llegar a otra disyuntiva:
Ahora elegir entre lo mejor y la excelente. Aquí el reto es mayor. Ya ser
mejores supone una gran responsabilidad y disciplina. Elegir la excelente es
dar un paso adelante y diferenciarse del resto. Esa “posición” es muy notoria y
no permite una doble moral. La persona es igual siempre en su vida personal
como pública.
La meta es la excelencia
Quienes
alcanzan esa posición de excelencia que no se lo da nadie, sino que se alcanza
mediante un proceso de “selección”, entrenamiento, disciplina y amor hacia los
demás, están listas para asumir un liderazgo en la vida. Su vida será un
ejemplo para seguir y tendrá verdaderos seguidores. Un lobo puede tener muchas
ovejas que lo siguen, pero serán siempre ovejas. Muchos políticos o gurúes de
la administración moderna tienen muchos borregos que lo siguen, pero son sólo
borregos.
Un líder
anima y ayuda a sus seguidores. Nunca se aprovecha de ellos, ni busca servicios
personales y egoístas. Un líder no es soberbio ni vanaglorioso, es humilde y
con sencillez sirve a sus seguidores. Inspira confianza y, por lo tanto,
trasciende. Deja huellas para que otros lo sigan y jamás teme que sus
seguidores ocupen su lugar. No tiene temor que haya “mucha sombra”, simplemente
porque la brillantez de su luz disipa la oscuridad. Hasta en algunos casos,
mengua para que otros crezcan.
Entonces, si
el liderazgo construye, deben notarse las edificaciones en las vidas de sus
seguidores. Las mejores marcas se hacen con sacrificios, esfuerzos y hasta con
lágrimas. Una construcción se hace con un propósito y para albergar a alguien o
a algo. Cada acción del líder debe marcar un hito en la vida de sus seguidores.
Si realmente no hay propósitos en la vida, mejor está que se dediquen a otros
menesteres.
También la dureza y vitalidad de la construcción
dependerá del material que se utilice. Para trascender hay que cultivar en la
vida de los seguidores, caso contrario, se ha perdido el tiempo por ambas
partes. Si está dispuesto a convertirse en líder, sería bueno que evalúe su
costo. Hay un buen precio por pagar, pero la rentabilidad social, será grande.
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