Una de las
características del liderazgo es que el líder debe tener firmes y reales
convicciones. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué es lo que motiva a un líder? Cuando
hablamos de convicciones es referirnos a la integralidad de la persona. No
siempre a un líder lo motiva el querer hacer lo correcto. En estos tiempos
cambiantes, donde lo único absoluto es el cambio mismo, la relatividad juega un
rol muy importante en la sociedad. Cuando la integridad
es la base del liderazgo, apreciaremos que la actitud del líder se reflejará en
su estilo de vida frente a los diversos hechos que se presentan. La persona
debe tener firmes convicciones para no dejarse llevar por comentarios e
influencias ajenas. Lo real es lo que existe y, por lo tanto, eso se debe
reflejar en la toma de decisiones y posturas que adopta el líder.
Es notorio cuando
una persona que está en un puesto de autoridad se deja llevar por cualquier
sugerencia, comentario o consejo de los demás. Cualquier viento la puede llevar
hacia posiciones erróneas.
El tener
posiciones firmes la mantienen en los principios y valores que alimentaron
sus creencias y sus conocimientos. Una persona que desde niño le enseñaron a
respetar a los demás, lo hará también cuando fuera mayor. El líder no debe
cambiar de opinión de acuerdo a las circunstancias. Por eso decimos que el buen
líder motiva con su ejemplo y servicio. En la actualidad hay muchos modelos de
liderazgo, pero aquel que deja huella, que transciende, definitivamente es el
liderazgo del servicio. El adagio popular dice: “El que no vive para servir, no
sirve para vivir”. Cuánta razón hay en el dicho popular.
Tener firmes
y reales convicciones es creer o hacer cosas que los “otros”, incluyendo a las
mayorías, hagan cosas que el líder no lo haría con otras. Nadie debe dejarse
llevar por comentarios, peor aún, si éstos no han sido comprobados.
Suscribimos
que el liderazgo no es algo que se adquiere por naturaleza y viene con la
persona, es algo que se aprende en el camino. Una persona puede nacer con
ciertas habilidades que podrán hacer más fácil el aprendizaje, pero hay que
aprenderlo. Nadie nace honesto, generoso y servicial, esas virtudes se aprenden
y se forjan en el hogar.
Cuando un
“líder” se deja llevar por prejuicios o comentarios de terceros, no sólo daña
la vida de los otros, sino también su propia vida. En el liderazgo de firmes y
reales convicciones, la persona siempre tiene un proyecto en la mente, pero al
mismo tiempo, una visión de lo que quiere que sea el proyecto. También, si se
equivoca, sabe lo que tiene que hacer.
Un líder con
convicciones sabe qué hacer cuando se equivoca. No siempre una “disculpa” es
válida. Por encima de todo está el “perdón”. Perdonar implica olvidar. Algunas
veces he escuchado la frase: “Yo perdono, pero no olvido”. Eso en la vida
significa no haber perdonado. Precisamente, perdonar es olvidar.
Para el
líder con convicciones, su palabra vale. Ahora que se ha perdido tantos valores
y principios morales, surge la necesidad de encontrar hombres y mujeres con
fibras morales inamovibles. La palabra vale y se debe cumplir lo que se promete
y ser responsable con lo que se ha dicho.
El liderazgo en el presente siglo es un conjunto de virtudes y actitudes
que se aprenden para influenciar positivamente en las personas, superar
limitaciones y alcanzar retos en los tiempos señalados.
Desde esta perspectiva, el liderazgo es algo especial que influencia en
los demás. El liderazgo no
es un estilo foráneo que se adopta, ni frases que se aprenden. Está impregnado
en la persona misma y relacionada con su carácter y su estilo de vida. Es
natural. El liderazgo está basado en el ejemplo, por un lado, y en el servicio
por el otro.
Un verdadero
líder está al servicio de los demás. En realidad, es un servidor. Los buenos y
exitosos generales no son los que desarrollan una excelente estrategia de
guerra para la victoria en un gabinete o escritorio, sino aquellos que van al
frente de su tropa y el pelotón lo sigue, dándose en “alma, cuerpo y vida”,
porque su general y líder está adelante. Obviamente que hay diversas estrategias
y tácticas, pero el líder va adelante dando el ejemplo y está al servicio de
todos.
El verdadero
líder sabe lo que significa: “Gracias”, “Perdóname”, “Por favor”, “Me
equivoqué” y “No lo sé”. También asume su responsabilidad cuando debe hacerlo y
deja que los demás le ayuden, reconociendo sus limitaciones.
Al líder no
lo hace el estatus social, jefatura, fama y menos el dinero. El líder está al
servicio de los demás y es el ejemplo a seguir. El verdadero liderazgo implica
el servicio hacia los demás. Es decir, sacrificio para ser comprendido y
entrega desinteresada, sin esperar nada a cambio.
El líder
debe tener un corazón de siervo, de uno que está al servicio de los demás.
Cuando en las organizaciones los colaboradores ven a su gerente o jefe al
servicio de los demás, éste último tendrá siempre el respaldo de los
trabajadores, quienes no sólo seguirán su ejemplo, sino que tendrá también la
ayuda de ellos.
Ninguna
persona que tiene una “doble vida” puede ser un excelente líder. La gente tiene
que ver en la vida del líder, el ejemplo a seguir y a la persona que le
gustaría imitar. Una persona que se autoproclama y se “marketea”, puede ser muy
conocida, pero líder nunca lo será. El liderazgo va acompañado del estilo de
vida que tiene.
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